lunes, 2 de abril de 2012

Palabra de PIB y amén


Decía Ramón (Gómez de la Serna) en una de sus Greguerías que "los números son los mejores equilibristas del mundo: se suben unos encima de otros y no se caen". Estos funambulistas son el aliento del sistema capitalista, que amontona cifras con el mismo afán infinito de los propios números. El problema lo tenemos las personas, que nos encontramos debajo de ellos con el riesgo de morir aplastadas.
Son números, sólo números lo que interesa a nuestro sistema económico. La impostura de los datos se aguanta cuando no se rasca lo que esconden debajo. Un país con más de cinco millones de personas en situación de desempleo debería ser incompatible con los casi dos mil euros de sueldo mensual que las cifras dicen que nos corresponden por cabeza. Medias artificiales que falsean las desigualdades. Números vergonzantes que acumulan lo que a los otros les falta.
No es de extrañar que el principal indicador del desarrollo de los países sea el PIB, Producto Interior Bruto, que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de un estado durante un periodo de tiempo. Es uno de los indicadores por antonomasia de la ciencia económica pero el PIB no hace mejores a las sociedades. Vincula la producción de un país con la riqueza y deja al margen otros indicadores que pudieran hablar del desarrollo de la sociedad. Porque una cosa es organizar las políticas económicas para que los niveles de vida aumenten y otra muy distinta es subordinar todos los valores de la sociedad a la búsqueda de ganancias.
BUTÁN, como reza la Wikipedia, es un pequeño país de algo más de setecientos mil habitantes que se encuentra en el tramo oriental de la cordillera del Himalaya, entre India y China. Para el Banco Mundial y con el indicador del Producto Interior Bruto, este reino budista es uno de los países más pobres del mundo. Para compensar las críticas por su pobreza endémica, el rey de Bután propuso en 1972 elaborar un índice de Felicidad Nacional Bruta. Los cuatro pilares de de este índice FNB serían: el establecimiento de un buen gobierno, la preservación y promoción de la cultura, la conservación del medio ambiente y la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario. En julio del año pasado, a instancias de Bután, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución, no vinculante, para invitar a los países a adoptar medidas para que la felicidad y el bienestar se convirtieran en indicadores que orientaran las políticas públicas.
El desarrollo de un país no podrá ser si antes que económico no es humano. El capitalismo global plantea muchas amenazas directas a la felicidad. Está debilitando la confianza social y la estabilidad mental. La Organización Mundial de la Salud alerta de que la depresión, que en España ya alcanza al más del 15% de la población, será en el 2020 una de las principales enfermedades en el mundo. Sin confianza ni estabilidad, se tambalea la espiral de acopio de números. Por su propio beneficio, quizá los mercados miren a las personas que se están revolviendo por debajo.

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