sábado, 4 de agosto de 2012

Nos están tocando los ovarios

(Artículo publicado en la sección de opinión de El periódico de Aragón el sábado 4 de agosto de 2012)



Hemos llegado a un momento en que las cortinas de humo que desvíen la atención, son casi más perversas que aquello que tratan de tapar.

Hace unos meses, Alberto Ruiz-Gallardón denunció que las mujeres sufríamos una especie de “violencia de género estructural por el mero hecho del embarazo”. El Ministro de Justicia esgrimía que “el legislador no debe ser indiferente a la situación de muchas mujeres que ven violentado su derecho a ser madres por la presión que ejercen a su alrededor determinadas estructuras”.

Hay que tener mucho estómago para hablar de violencia estructural mientras su gobierno desmantelaba la Ley de dependencia, un intento de favorecer la conciliación familiar y laboral, recortaba en sanidad, educación y servicios sociales o aprobaba una Reforma Laboral que avalaba que el que la baja maternal pueda ser considerada absentismo laboral y por tanto, motivo de despido objetivo.

Con tanto recorte, risas de Montoro, Rajoy y sus líos europeos y sus cosas, el que le jodan de la Fabra y demás, Gallardón se había tenido que retirar a un segundo plano mediático. Eso tenía que remediarlo y lo hizo por la puerta grande. Anunció cambios en la Ley del aborto. Plantea suprimir la irrupción voluntaria del embarazo contemplada en la Ley de 2010 para ir a una incluso más restrictiva que la de 1985, eliminando los supuestos de violación y malformación del feto y dejando exclusivamente el daño psíquico para la madre como única causa para interrumpir el embarazo. Eso sí, siempre y cuando ese daño sea reconocido por un especialista médico, no nos vayamos a creer que las mujeres somos capaces de decidir por nosotras mismas lo que nos daña y lo que no.

Gallardón alude a cuestiones éticas para justificar su intención de reforma de la Ley del aborto. Como si él fuera dueño de la ética, y por esa razón puede imponer al resto de la ciudadanía sus propias consideraciones morales mediante una ley. La maternidad es una opción, no una imposición legal. Debe surgir de una decisión libre y consciente. Es un derecho ser madre, y es un derecho no serlo. La verdadera violencia estructural reside en anteponer una creencia personal al incuestionable derecho de la mujer de decidir sobre su propia vida. Violencia estructural es penalizar el aborto y convertir a la mujer en sospechosa habitual. Supongo que bajo su visión, la toma de pastillas anticonceptivas nos convierte en asesinas en potencia.
¿Que tiene contra las mujeres, señor Gallardón? ¿con qué nos sorprenderá la próxima vez que necesite un hueco en la agenda mediática? ¿Prohibirá el divorcio? ¿impedirá por decreto ley que las mujeres trabajemos fuera de casa? ¿necesitaremos al padre o marido para abrir una cuenta o firmar un contrato? ¿instaurará la postura del misionero como la única posible en este nacionalcatolicismo?
No necesitamos tutores, señor Gallardón. Si lo que usted quiere es defender el derecho a la vida, preocúpese de garantizar a la ciudadanía el derecho constitucional a una vida digna. Ocúpese de la justicia, que falta nos hace, y no nos toque los ovarios.


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