sábado, 23 de noviembre de 2013

Literatura como tejido adiposo


Nos habíamos creído que los derechos se tienen como se tienen los huesos, uno puesto a continuación de otro nos forma un cuerpo y nos hace personas. Y no. Para los que mandan los derechos son como el colesterol, en altas concentraciones es peligrosísimo. Por eso la Ley de Seguridad Ciudadana, por nuestra salud democrática. Lo que se llama represión es sólo un intento de controlar nuestros lípidos, para que los derechos no se nos queden en tripa, culo y cartucheras, que luego cuesta horrores sacarlos. El tratamiento médico pretende hacernos creer que lo que nos sobra para estar sanos son derechos. Y yo, que a la operación bikini me la como untando pan, me estoy procurando un amortiguador que me contenga la rabia, la vergüenza, el asco y la pena. Se trata de un tejido adiposo que se llama literatura. Actúa como almacén de reservas nutritivas, aislante del frío y almohadilla antigolpes. Tiene la función de relleno, también sirve de soporte estructural y de reserva energética. Es un acumulador de calor, me protege, mantiene en su lugar mis órganos internos y se encarga de cuidar mi metabolismo generándome nutrientes. Todo eso hace la literatura.
El otro día me imaginé que era basura en Madrid y ocupaba la calle como denuncia. Al día siguiente me desperté soñando que era todavía más violenta y me convertía en sandalia que no se quedaba en una mano sino que se estampaba en una cara. En esa cara. También tuve la fantasía de ser como un corrector de textos pero para la vida, e iba paseando mientras realizaba tachones a personas que tenían que dejar de existir. Tampoco se trata de desear que muera nadie. Imaginarte que eres la muerte y te encuentras de sopetón con alguien sólo es una licencia poética. Imaginar como ejercicio de resistencia. Si protestar es delito, pues seremos literatura. Ya verás tú qué susto les damos si ahora que no podemos salir a la calle nos da por leer e inventarnos textos en los que incluso griten las haches mudas. No es una manifestación, es un club de lectura. Nada de lo que decimos es susceptible de multa porque estamos haciendo ficción. Para escribirnos no tenemos que pedir ni perdón ni permiso. Y si nos quitan palabras o nos castigan por usarlas, nos inventamos un nuevo idioma. Para el insulto cocinaremos figuras literarias. Plantearemos escraches a golpe de cita célebre. La preocupación por los disturbios es una tontada, lo arriesgado será convocar tertulias literarias con escritores que se odian. Perseguiremos a la policía a versos. Recitar no se puede considerar acoso. Y como una particular "kale borroka" literaria podemos poner en las aceras a poetas resentidos. Eso sí que acojona.
Leer como refugio. Yo me preparo para esta guerra sacando relatos de mis muslos. Me rasgo la piel para que de lo subcutáneo me salga imaginación con la que dar bofetadas sin que me corten las manos. Invento porque a los personajes no se les puede cerrar la boca si no son de verdad aunque no sean mentira. Narrarnos como arma. Todo está en los libros.

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